Tras la muerte evitable de una vicedirectora y un auxiliar en una escuela en Moreno, y luego de que se constatara que el estado de ese colegio no era la excepción sino más bien la regla, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal podría haber optado por echar a su director de Escuelas, al interventor del PRO en el Consejo Escolar, tomar medidas para que no vuelva a ocurrir. En lugar de eso, primero mantuvo silencio, luego acusó a otros sectores de hacer una “utilización política de la tragedia” y por último volvió a la carga y culpó de todo al kirchnerismo. Es una estrategia que le funcionó toda su carrera política, así que ¿por qué cambiar ahora?
En tanto, Horacio Rodríguez Larreta, que observa con interés el desarrollo de esa crisis de su eventual competidora por la sucesión de Macri, tiene varias cuentas por saldar con los colegios porteños, que presentan desde aulas inundadas hasta paredes electrificadas. Mucho tiene que ver con que el sistema que diseñó el macrismo para arreglar las escuelas saltea a las cooperadoras y deposita todo el dinero público en empresas privadas que no siempre cumplen.
La situación de las escuelas no es novedad para los docentes y tampoco debería serlo para quienes hayan seguido de cerca la carrera de Mauricio Macri como jefe de Gobierno, que llevó bien alta la bandera de la subejecución en las partidas de infraestructura escolar. Solo mejoraron cuando el macrismo las usó de pretexto para vender terrenos públicos, como los de Catalinas Norte. En sus épocas de legislador, Marcos Peña consiguió aprobar una ley que declaraba la emergencia edilicia en las escuelas. Con esa herramienta, al llegar al poder en diciembre de 2007, Macri contó con la posibilidad de eludir licitaciones y hacer contrataciones directas, al tiempo que le quitaba subsidios a las cooperadoras escolares.
En sus tiempos como ministro de Educación porteño, Esteba Bullrich perfeccionó el mecanismo de contrataciones con la Sistema Global de Mantenimiento (SIGMA). La clave de ese sistema era que el mantenimiento de las escuelas quedaba en manos de empresas y en ningún caso intervenían las cooperadoras. De hecho, les negaron a las cooperadoras todo acceso a los contratos para ver cómo se mantenían las escuelas. Jugando con esa ignorancia, muchas empresas no hacían determinadas refacciones porque sostenían que no estaba en el contrato. A la par, Bullrich supo lanzar una campaña de marketing que hablaba de 923 obras resueltas. Cuando uno se metía en el desagregado de las obras, se podía ver –por ejemplo- que consideraban una “obra” destapar un inodoro. No se sabe que Bullrich le haya escrito un poema a esto, pero quién te dice. Los propios informes técnicos del Gobierno alertaban en 2010 sobre cables pelados, problemas de mamposterías y paredes con humedad en escuelas que recibían capas de pintura y otras atenciones cosméticas.
Según relevó la comunera Julieta Costa Díaz, las empresas encargada de esas refacciones, que renovaron contratos durante la gestión de Larreta, ya con Sol Acuña como ministra de Educación son las que se pueden ver en este cuadro:
En todos los casos, el contrato es por los 4 años del mandato de Larreta. La primera de la lista es SES S.A., que pertenecía al “hermano de la vida” de Macri, Nicolás Caputo. La vendió para alejarse del escándalo público que implicaba la cantidad de contratos que tenía con el Gobierno porteño. La segunda, Mig S.A., tuvo varios contratos conjuntos con la empresa de Caputo. Otra de las empresas es Planobra, que pertenece al Grupo RHUO (Recursos Humanos Organizados). Son nombres que se repiten una y otra vez en la obra pública porteña.
Pero la que se destaca por haber ganado en 5 comunas es Mejoramiento Hospitalario S.A., una empresa que pertenece al Grupo Petersen, de Enrique Eskenazi. En la comuna 13, según recordó Costa Díaz, esa empresa fue la responsable, en 2014, de dejar veneno para ratas en un comedor escolar de Villa Crespo, lo que llevó a que 8 niñas y niños de primer y segundo grado tuvieran que ser trasladados al hospital Gutiérrez. “En ninguna cabeza puede caber que después de semejante error la empresa pueda volver a ser contratada por el Estado. Pero pareciera que para Cambiemos esto es posible”, advirtió Costa Díaz, quien recordó que la corporación que la controla fue una de las aportantes a la Fundación Suma, de Gabriela Michetti. Hoy tiene contratos en la Ciudad por más de 180 millones de pesos.
La comunera advierte, en base a un relevamiento a comienzos de este año, que la actividad de esta empresa es altamente deficiente y el control estatal, prácticamente nulo. Costa Díaz señaló que se pudo registrar:
* Que se cayó el cielorraso en la escuela N°7 DE 9
* Se cayó un ventilador sobre los bancos del Normal 10.
* En las salas de 2 y 3 años del Jardín de esta última escuela, las paredes se encuentran electrificadas a causa de las fuerte lluvias
* En la escuela N° 10 DE 10° se hizo una negligente limpieza del tanque de agua, que desbordo y arruinó los libros de la biblioteca. También hay aulas inhabilitadas producto de la falta de control de las cubiertas.
* En la escuela N° 12 DE 9º también se desprendió parte del techo del comedor y hay filtraciones.
Otros reclamos en la zona que son de larga data incluyen la recuperación de la fachada de la escuela N°4 DE 10, la refacción del baño de la escuela N°13 DE 9; la refacción de los pisos de la sala de música y la terminación de la obra de electricidad iniciada en 2013 en la escuela 12 DE 10, entre otras. Se trata tan solo de una muestra de otros reclamos que, por toda la Ciudad, suelen llevar los gremios docentes a la gestión PRO. O de los que releva la Auditoría porteña.
Sin ir muy lejos, la semana pasada tuvieron que evacuar un jardín maternal por un incendio, pese a que la Auditoría había advertido sobre las graves falencias que tenía. Tras la evacuación, se supo que las cunas no son aptas para esas situaciones, que la rampa está rota, que la única salida de emergencia estaba justo donde se incendió el poste de luz y que sigue sin tener gas. Después de la tragedia de Moreno les mandaron un inspector de gas. Habrá sido para cerciorarse de que jamás estarán calefaccionados.
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