Muchas de las fotos de este blog son de Ramiro Sisco con la comunidad Pilagá, en Las Lomitas, provincia de Formosa, Argentina.

viernes, 20 de mayo de 2011

NARICITA Y PERUCHO




“Un día, después de dar de comer a los peces, Lucía sintió que le pesaban los ojos de sueño. Se recostó en la hierba con la muñeca al lado, mirando correr las nubes que pasaban por el cielo y que iban formando unas veces castillos, otras veces camellos. E iba a dormirse ya, arrullada por el murmullo de las aguas, cuando sintió cosquilleos en el rostro.

Abrió los ojos: un pececito, vestido como una persona, estaba en la punta de su nariz.

¡Sí, señor, vestido de persona! Llevaba una levita roja, galera en la cabeza y un paraguas en la mano. ¡Como un galán! El pececito miraba la nariz de Naricita arrugando la frente, como quien no consigue comprender nada de lo que ve.

La niña contuvo el aliento por temor de asustarlo, y permaneció así hasta que sintió cosquillas en la frente. Miró con el rabillo de un ojo. Vio que un escarabajo se había posado allí. Pero un escarabajo vestido como la gente, con un levitón negro, anteojos y bastón...”



En la Feria del Libro, pudimos encontrar un libro especial para los chicos y chicas. La presidenta Cristina Fernández escribió el prólogo de Las travesuras de Naricita, un libro de cuentos infantiles del brasileño Monteiro Lobato.

En el texto, la Presidenta cuenta su admiración por esos cuentos que leía de niña y dice que se decidió a prologar la nueva edición de Losada después de hablar en Brasil con su colega Luiz Inacio Lula da Silva. Antes de pasar a la lectura de clásicos como "Los secretos de la araña" o "Naricita respingada", llenas de dibujitos graciosos, los niños podrán leer el relato presidencial.





José Benito Monteiro Lobato (1882-1948), fue escritor, periodista, editor, traductor, empresario del hierro y del petróleo. Estudió Derecho, pero más tarde abandonó la profesión para dedicarse a la literatura. Fundó la industria editorial en su país, y se convirtió, con las historias de La quinta del benteveo amarillo, en uno de los mayores autores de literatura infantil y juvenil del Brasil.

El libro incluye: Naricita respingada, La quinta del Benteveo, El marqués de Rabicó, El Matrimonio de Naricita, Las aventuras del Príncipe, El Gato Félix. Todo comienza con una inesperada visita de la nieta de Doña Benita al Reino de las Aguas Claras, y con la llegada de su primo, Perucho, a la quinta del Benteveo amarillo para pasar unas nuevas vacaciones.






« Mamá o mi abuelo acostumbraban atender a cuanto vendedor de libros tocaba el timbre de nuestra casa. Eran épocas de ventas en cuotas interminables. Diccionarios en 3 tomos, gigantescos y pesados, que apenas con mis seis o siete años alcanzaba a bajar de los estantes para leer, colecciones enteras de todo tipo de enciclopedias, revistas y fascículos de la Biblia, y otros relatos que luego mamá mandaba a encuadernar. La lista sería infinita, como grande la biblioteca que se fue formando en esos años de infancia.

» Sin embargo, mi memoria registra con absoluta nitidez la llegada a casa de la colección completa de lo que recuerdo como Las travesuras de Naricita y Perucho, de Monteiro Lobato. Su formato de tapas duras, coloradas, con las líneas de los rostros de Naricita y Perucho, en dorado, constituyen un registro visual imborrable. Más que leerlos, literalmente devoré esos textos que iban de las fantasías más alocadas a la enseñanza de historia, geografía, geología y todo tipo de conocimiento.

» Emilia, la muñeca de trapo, terca y caprichosa, intrigante y rezongona, pero querible como pocas, convivía con el Vizconde –un marlo de maíz con galera e impertinentes– siempre atinado, serio y responsable. Naricita y Perucho, dos niños fantasiosos, aventureros, inquietos y siempre deseosos de saber más, podrían haber sido uno de nosotros. Doña Benita, la abuela, era una “abuelísima” de gafas y pelo blanco que con la ayuda de la negra Anastasia –la “tía” inefable creadora de Emilia, la muñeca– hacían de la quinta del “Benteveo amarillo”, un lugar en el que todos hubiéramos querido vivir.



» Pasada mi niñez pensé que todos esos personajes pasarían a formar parte de los lejanos recuerdos de una infancia feliz de muñecas y libros, de juegos y conocimientos. Sin embargo, la vida, el destino personal o el del país, o ambos en intensa combinación, hicieron que volviera a encontrarlos en dos oportunidades más. Una fue durante el año 1976. Había transcurrido largo tiempo desde mis lecturas infantiles. En nuestra biblioteca familiar, bajo mi impronta, y luego la de mi hermana Gisele, se habían incorporado otros textos. Junto a Monteiro Lobato, estaban Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche, Scalabrini Ortiz, Marechal, Cooke, Franz Fanon, Walsh, Perón, Galeano, Benedetti, Darcy Ribeiro, Paulo Freire, Sartre, Camus, y tantos otros. Las fantasías habían dado paso a las utopías, las aventuras a la militancia, el conocimiento puro y casi aséptico a otros conocimientos: el del entramado cultural que, al amparo de dictaduras militares recurrentes, sumía en la desinformación y la expoliación a nuestro país y a nuestra Latinoamérica.

» Una tarde de febrero de 1976, irrespirable, no sólo por el calor, sino por lo que sucedía –que presagiaba tragedias mayores–, llegué a casa de mamá. Ya no vivía allí, el año anterior me había casado con un compañero de la facultad. La encontré a mi hermana forrando las tapas de los libros cuya sola tenencia, en caso de allanamientos –muy frecuentes en aquellos días– eran el pasaporte directo a la cárcel, en el mejor de los casos. Gisele al mismo tiempo cortaba las primeras páginas de los libros de Naricita y Perucho y los pegaba en los libros de Puiggrós, de Fanon, Walsh o Cooke.



» "Qué estás haciendo loca?", le pregunté –siempre amable y diplomática–. Me miró y me dijo: "¿yo, loca?, loca está mamá que nos quiere quemar todos los libros; te aviso que ya te tiró al pozo ciego todos los “desca” y las “militancia”" –El Descamisado y Militancia eran dos semanarios obligados de aquella época-, y siguió forrando tapas “peligrosas” y pegando páginas de los libros de Monteiro Lobato, mientras yo la miraba absorta, sin saber si reír o llorar.

» No hice ninguna de las dos cosas, me fui a mi casa de City Bell, en las afueras de La Plata, donde vivía con Néstor Kirchner, quien había dejado de ser mi compañero de facultad, para transformarse en mi compañero de vida. Nunca allanaron la casa de mamá; nunca volví a preguntarle a mi hermana si Naricita y Perucho seguían mezclados con aquellos libros de mi juventud. La mente humana se las arregla para esconder, en algún pliegue lo que no queremos recordar.

» Pasaron los años y la dictadura. Néstor fue elegido intendente de su ciudad natal en 1987, y yo, diputada provincial de Santa Cruz en 1989. En 1991 él fue gobernador de la provincia, cargo por el que fue reelegido en los años 1995 y 1999. En el año 2003, fue electo presidente de todos los argentinos. Treinta años exactos después de aquellas lecturas, de aquellos fuegos. Comenzó su presidencia en un país al borde de la disolución económica y social después del default, sin olvidar Malvinas y una generación desaparecida, que había abrevado en aquellos textos queriendo escribir una historia distinta. Desde 1995, fui elegida, en distintas oportunidades, como diputada y senadora nacional, cargo, este último, que ocupaba cuando Néstor asumió como presidente.

» Durante el año 2008, tuvo lugar mi tercer encuentro con Naricita y Perucho. Esta vez fue –cosas de la vida– en el Brasil. El Brasil de Monteiro Lobato. Ya no era una niña que leía incansablemente; tampoco era la joven militante peronista del cigarrillo permanente en la mano, que leía y discutía todo el tiempo. Tenía 55 años y era la presidenta de la República Argentina, en visita oficial a la hermana República Federativa del Brasil. Compartía la mesa con Luis Ignacio Lula da Silva, su Presidente, y Celso Amorim, su canciller, entre otros. De repente, en la conversación volvieron a aparecer Naricita y Perucho –nunca voy a recordar el motivo–. Celso hace referencia a Monteiro Lobato y entonces le conté acerca de mis lecturas infantiles. No lo podía creer. Eran también sus preferidas. Allí surgió la idea de patrocinar por parte del gobierno del Brasil una nueva edición de las aventuras de Naricita y Perucho, esta vez prologada por mí.

» Y aquí estamos. No sé si éste será mi último encuentro con estos niños entrañables; si los hijos de mis hijos leerán libros, o serán definitivamente atrapados por Internet. No lo sé. Espero que no, por ellos: se perderían el placer indescriptible de abrir un libro y no saber qué van a encontrar, a imaginar, a fantasear. Se perderían las sensaciones que provoca atravesar esta vida, construyendo utopías y abriendo caminos, que parecían definitivamente cerrados para nuestro país y nuestro continente. Por eso, espero nuevos encuentros. Por ellos y por nosotros. En definitiva, por todos.

» A Naricita y Perucho, a Emilia y el Vizconde; a Anastasia y doña Benita y a todos lo que contribuyeron a alimentar mis sueños y forjar mis Utopías ».

Cristina Fernández de Kirchner


2 comentarios:

  1. Que bueno que se reediten. Yo todavía conservo la edición de 1958 (la V) que leía de chico. Quien pueda comprarlo para sus hijos, son una excelente inversión...

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  2. en mi casa estaba la coleccion completa, esa de las tapas rojas, ame esos libros, y aprendi mucho con ellos de gramatica, de griegos,de numeros, de leyendas de Brasil y hasta cuentos porque en uno de los libros contaban Peter Pan, y en otro tia Anastasia contaba cuentos tradicionales de Brasil

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