Desempeñó todo tipo de oficios. Fue mensajero, peón en una fábrica de insecticidas, cobrador, taquígrafo, cajero de banco, diagramador, dibujante, redactor y director de diarios.
Eduardo Galeano es considerado como uno de los más destacados escritores de la literatura latinoamericana.
Los primeros escritos son reportajes de corte político en los que la realidad aparece continuamente golpeada por las circunstancias y en el que refleja una escritura de urgencia, de denuncia, que retrata la cotidianidad de unos tiempos difíciles con una escritura situada siempre en primera línea de los hechos que vertebran el presente.
Eduardo Galeano se consagra en 1971, con su obra Las venas abiertas de América Latina, que ha sido traducida a más de 20 iidomas y que condena la opresión de un continente a través de páginas brutalmente esclarecedoras que se sumergen en la amargura creciente y endémica de la América toda.
Junto al Galeano periodista empezó a aparecer el Galeano narrador invadido en un contexto político y social que no puede eludirse y es el marco central en el que respiran sus historias.
En 1986 con su obra, la Memoria del fuego, hay una recuperación del pasado indigenista, en el que la odisea de las dos Américas se centra en los hechos más cotidianos, componiendo una trilogía febril e incisiva, apoyada en la rigurosidad de las fuentes y en la que se entrecruzan crónicas históricas con pinceladas del presente, siempre en busca de un futuro más justo.
La memoria del fuego está estructurada en torno a pequeñas vivencias cotidianas que es en donde encuentra Galeano la verdadera grandeza del ser humano, la intrahistoria es el Universo en el que caminan las obras del escritor uruguayo, al margen de grandes gestas y de sucesos grandilocuentes, que se apartan del hombre de a pie y del verdadero devenir de los acontecimientos históricos. Son, en palabras de Galeano: "historias pequeñas, pero no minimalistas".
Joan Manuel Serrat toma prestado un fragmento de una de estas historias de la Memoria del fuego para ilustrar, a modo de presentación en sus recitales, el tema Che Pykasumi, que el cantautor interpreta en lengua guaraní.
Un año antes de la publicación de El siglo del viento, y una vez terminada la dictadura uruguaya, regresa a Montevideo y tres años después firma El libro de los abrazos, de contenido más sutil y poético.
El mismo año de El libro de los abrazos aparece Nosotros decimos no. Ya para 1992 publica Ser como ellos y otros artículos y, un año después, Las palabras andantes, recopilación de cuentos y reflexiones ilustrados por el artista brasileño José Francisco Borges.
El propósito de Galeano en los 90 siguió siendo el mismo que le había impulsado en las otras décadas: palpar la realidad y luego plasmarla en un libro.
Como respiro, muestra su pasión por el fútbol y lo reivindica desde la literatura, al modo que también hará Javier Marías, en un libro titulado El fútbol a sol y sombra.
En 1998, Galeano ofrece en Patas arriba. La escuela del mundo al revés, otro de esos libros de denuncia que no edulcoran el presente, ni rehuyen de sus sombras.
Galeano es un ejemplo de coherencia en una obra que sirve siempre de guía a la hora de definir un continente como el de América Latina.
La obra del escritor uruguayo nos convoca a mirar qué pasado se ha levantado y qué futuro se deja para los descendientes, establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.
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