Muchas de las fotos de este blog son de Ramiro Sisco con la comunidad Pilagá, en Las Lomitas, provincia de Formosa, Argentina.

miércoles, 15 de junio de 2011

DE LAS PIEDRAS A LOS SATÉLITES





Un día le preguntaron a Albert Einstein, eminencia en física atómica, con qué armas creía que se libraría la Tercera Guerra Mundial. Cundía ya el pánico de la Guerra Fría y la carrera armamentística entre soviéticos y norteamericanos parecía no tener límites. Einstein fue lacónico: “No sé con qué armas se librará la tercera, pero la cuarta guerra será con palos y piedras”.

Nada más preciso y, al mismo tiempo, nada más pesimista. Si se desatara un conflicto a escala mundial –en cambio de las llamadas guerras locales– lo poco que quedaría en pie tendría un parecido notable a las comunidades primitivas. Eso, desde ya, si se aceptan los paradigmas teóricos del discutible progreso humano.

Sin embargo, no hay que perder la perspectiva ni el optimismo. Hace pocos días, con motivo de la puesta en órbita del satélite argentino SAC-D Aquarius, que medirá la salinidad del agua y la humedad de las tierras, la presidenta Cristina Fernández tuvo una inspiración que entraba en diálogo con la metáfora einsteniana: “Hace diez años estábamos lanzando piedras y hoy lanzamos satélites”.

Podría decirse que, salvando las distancias, diciembre de 2001 fue una tercera o cuarta andanada del capitalismo financiero en este rincón del globo. Por una conjunción de motivos que todavía no pueden ponderarse –por la cercanía en el tiempo– después de aquellas piedras y cacerolas, la Argentina encontró un rumbo. O, mejor dicho, un conjunto de argentinos/as supieron y pudieron cambiar el sentido de la historia. Es decir, tomaron decisiones en la defensa de los intereses mayoritarios. Cosa no tan sencilla, porque los intereses minoritarios tienen lo que, brumosamente, llamamos poder.

¿Poder de qué? De mantener privilegios. De mantener impunidad. De obrar para que los gobernantes sean dóciles con sus pretensiones e intereses.

Ayer, con motivo de la visita del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, la presidenta recordó que en agosto de 2001 –cuando ella misma era legisladora– el Congreso había votado la intangibilidad de los depósitos bancarios. Una norma clarísima: “Todos los depósitos, ya sean en pesos o en moneda extranjera, a plazo fijo y a la vista, son considerados intangibles”, decía el artículo uno. El siguiente decía que “el Estado nacional, en ningún caso, podrá alterar las condiciones pactadas entre el/los depositantes y la entidad financiera, esto significa la prohibición de canjearlos por títulos de la deuda pública nacional, u otro activo del Estado nacional, ni prorrogar el pago de los mismos, ni alterar las tasas pactadas, ni la moneda de origen, ni reestructurar los vencimientos, los que operarán en las fechas establecidas entre las partes”. Las piedras llegaron en diciembre, y fueron demasiado pocas, porque ni los banqueros ni los gobernantes fueron presos.

En realidad, mucho más sorprendente es que se haya logrado una paz que va poniendo en caja la impunidad de los poderosos. Un caso testigo es el de los allanamientos –ordenados por la justicia– a las oficinas de Bunge, Cargill, ADM, Alfred Toepfer, Louis Dreyfus y Oleaginosa Moreno.

Las irregularidades de estas compañías tuvieron un pico en 2008, cuando reportaron a la AFIP unas disminuciones en sus ganancias, que nada tenían que ver con la comparación con años anteriores ni con los movimientos comerciales registrados. No por casualidad, para muchos, la andanada de la patronal agropecuaria no se quedaba en los cortes de rutas y las entidades rurales enardecidas. Detrás de la comercialización y del trabajo en negro estaban las grandes agroalimentarias. En estos últimos tiempos, no sólo se revirtió el clima de los productores –por el trabajo del Ministerio de Agricultura a cargo de Julián Domínguez– sino que las autoridades fiscales pusieron la lupa de modo riguroso sobre las multinacionales. Tantos fueron los registros de subfacturación y de triangulación, que en marzo pasado algunas de estas empresas fueron suspendidas del Registro Fiscal de Operadores de Granos. Como sus CEO están acostumbrados a que los “aprietes” son golondrinas de estación, no se dieron por enteradas de que el Estado no les tolera impunidad. Así, tras cientos de allanamientos con incautación de pruebas, varios jueces avanzan en las causas por elusión, evasión impositiva y triangulación en paraísos fiscales.

Además, en mayo pasado, la AFIP expulsó a Bunge del registro. En la Argentina, los medios alineados con esos intereses monopólicos le dieron poco espacio al tema. Lo interesante es que sí salió publicado en los cables que la Agencia Reuters distribuye en los llamados países centrales. Los accionistas de Bunge y de otras cerealeras rápidamente tuvieron que poner el tema en sus agendas. Cuando supieron que se trataba de una política de Estado, monitoreada por las máximas autoridades de la AFIP, de Economía y de la mismísima Presidenta, se dieron cuenta de que tienen que responder a las leyes de la Argentina y no a las de la selva.

Es decir, así como los banqueros se llevaron puesto aquel país que tenía un coeficiente de deuda externa/PBI altísimo, ahora no podían llevarse puesto a este país que tiene un coeficiente de deuda externa/PBI bajo control. Porque quienes llevaron a la Argentina por el camino del desendeudamiento son los mismos que hoy se pueden sentar con las cerealeras y decirles que si no pagan sus impuestos y blanquean sus ganancias pueden terminar con problemas penales. Y la Justicia Penal Económica no es precisamente laxa en sus normativas.

NO TODO TERMINA EN LAS PIEDRAS. Si alguien está tentado en hacer un balance superficial de lo que significa soberanía, es tiempo de dejar de leer este breve artículo. El pesimismo de Einstein sobre las guerras atómicas podría trasladarse al poderío de las compañías transnacionales. Desde hace unos años, en el Indec trabaja un equipo que estudia a las grandes empresas. La Argentina vive –como la mayoría de los países– procesos capitalistas en distintas velocidades.

El caso del satélite SAC-D Aquarius es un extraordinario ejemplo de lo que puede una empresa como INVAP (Investigación Aplicada), que es estatal y, encima, de un Estado provincial (Río Negro). No faltan casos de incubación de proyectos que muestran una Argentina capaz de recuperar y generar talentos y de financiar proyectos llamados de punta.

Otra faceta del capitalismo, la más dinámica a nivel global, es la de las grandes compañías de los países centrales que buscan optimizar la ecuación “bajos salarios –seguridad de las inversiones– estabilidad política”. La Argentina no es ajena a este proceso. Aunque estos últimos ocho años sean de afianzamiento de la identidad nacional, las grandes empresas tienen un coeficiente más alto de participación extranjera. En efecto, de un estudio del Indec surge que las 500 empresas más grandes de la Argentina tenían menos participación extranjera entre 1993-2001 que entre 2002-2008. En el primer período, el valor agregado bruto de capitales externos en las 500 compañías más grandes era del 65,6%, mientras que en el segundo período se elevó al 73,3%.

Hay que advertir que estas 500 empresas tienen una participación decisiva en el comercio exterior argentino y que deben pagar altos impuestos. Ambos –superávit comercial y fiscal– son puntos clave de esta etapa.

Para finalizar, y volviendo a la metáfora de las piedras, no se puede desconocer que la Argentina debe estar cada vez más inserta en el mundo. Y que no podrán lanzarse satélites todos los días. Es decir, la soberanía no pasa sólo por lograr cada vez más emprendimientos con talento e innovaciones argentinas. Ni siquiera alcanza con impulsar el crecimiento de la inversión pública y privada de origen nacional. La soberanía es una materia compleja, en la cual es preciso cimentar día a día la autoridad pública sobre las multinacionales y –quizá más importante– sobre los lobbistas y publicistas que se arrogan su representación empresarial y mediática.






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