Muchas de las fotos de este blog son de Ramiro Sisco con la comunidad Pilagá, en Las Lomitas, provincia de Formosa, Argentina.

miércoles, 6 de abril de 2011

CONSUMISMO O PAKA PAKA






Los discursos consumistas de los medios masivos de comunicación inciden en la imagen de la realidad social. Los mensajes, a largo plazo, van construyendo el soporte de los futuros deseos y fantasías.

El estudio de la relación entre los productos de entretenimiento para chicos y el consumo no es nuevo. En el libro Para leer al Pato Donald, de Ariel Dorfman y Armand Mattelart (1972), se analizaban los discursos que circulaban en las historietas de las revistas de Disney; y se señalaba que en el mundo de Walt “cada palabra es publicidad de una cosa o un personaje, se vive la compulsión del consumo intenso”.

En el mismo sentido, los autores sostenían que “no podemos entender cómo esta obsesión por la compra puede hacerle bien a un niño, a quien subrepticiamente se le inyecta el decreto de consumir y seguir consumiendo sin que los artefactos hagan falta. Este es el único código ético de Disney: comprar para que el sistema se mantenga, botar los objetos y comprar el mismo objeto, levemente diferenciado, mañana”.

Esta situación se graficaba en las viejas revistas del Pato Donald, donde el lugar común de las historias era la acumulación de dinero, la idealización del terrateniente o del banquero, llegando hasta la fantasía de comprar una isla.

En la actualidad, los programas de entretenimiento para chicos no tienen la cultura consumista explícita que denunciaban Dorfman y Mattelart, pero sí contienen una saturación de publicidad que los atraviesan.

Mientras los chicos miran un tierno dibujito, asocian la felicidad al consumo de objetos. Ven niños contentos y felices a partir de que tienen un Playmobil, una Barbie, una computadora, un juego para hacerse trenzas o una película.

Como señalan Santiago González Bienes y Gustavo Gaccetta, licenciados en psicología y especializados en infancia, los “niños se van haciendo cada vez más ‘dependientes’ de los objetos. La falta de éstos se vuelve terrible, insoportable e intolerable. Pero detrás de estas demandas concretas, lo que el niño pide es amor, y lo que el paradigma actual le ofrece son cosas”.

Este paradigma de estímulos permanentes para la obtención de objetos se puede ejemplificar en la programación de Play House Disney, en la cual en una hora un chico llega a recibir el estimulo de comprar 16 productos mediante publicidades y recibe 21 promociones de los programas de la señal. Es decir que si un niño ve dos horas diarias de dibujitos en este canal puede llegar a recibir en un mes más de 960 estímulos de compra de productos y de 1260 promociones de programas.

Esta problemática se complejiza en los niños de entre 2 y 7 años, a los cuales van dirigidos muchos de los productos de Disney, ya que son más permeables a las influencias televisivas, encontrándose en el estadio preoperacional, donde aprenden cómo interactuar con su ambiente mientras desarrollan aspectos esenciales de su personalidad.

Cabe aclarar que esta situación no se da sólo en las producciones de Disney, sino que es una constante en la mayoría de la oferta televisiva de los niños, lo cual complejiza aún más el panorama, ya que hace prácticamente de la publicidad un lugar común.

En ese contexto de hiperestimulación consumista y como si fuera un contrapunto, el Ministerio de Educación de la Nación desarrolló el primer canal educativo y público para todos los chicos y chicas de Argentina y de América latina: la señal Paka Paka, el poder de la imaginación. La propuesta, que tiene fines pedagógicos y no comerciales, consiste en una nueva señal infantil con contenidos orientados a educar y a entretener, abierto a la cultura de todos los sectores de nuestro país y a distintas expresiones del globo.

  • En ese sentido, Paka Paka contempla producciones de alta calidad que respetan los derechos humanos, estimulan la creatividad e imaginación, promueven la diversidad, la inclusión y fundamentalmente no contienen publicidades; por lo cual no promueven la asociación de la felicidad con la posesión de objetos.

Esta señal es de todos, la financiamos entre todos. Sin embargo, no es accesible plenamente, ya que algunas empresas, como Cablevisión y DirecTV, no permiten que se incorpore en su grilla, admitiendo sólo el acceso a las señales que persiguen fines comerciales.

A partir de lo analizado: como ciudadanos, como padres y como profesionales de la comunicación debemos exigir que se garantice el derecho de nuestros hijos e hijas de acceder a esta señal infantil educativa y pública, ya que en esos consumos audiovisuales también se está construyendo nuestro futuro y las formas que tendremos de ver el mundo.



Roberto Samar
Licenciado en Comunicación Social.
Docente UNLZ.


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