Desde que se embarcó en la vida familiar e inició la aventura de tener un hijo,
Caroline Lovell, australiana de 36 años, luchó por que el Estado ofreciera los medios sanitarios para que las mujeres parieran en sus hogares. El 23 de enero murió en un hospital, 24 horas después de dar a luz a su segunda hija, Zahra, en su domicilio particular. Las razones de su muerte no están claras todavía, pero el hecho reavivó la polémica:
parto “humanizado” versus “institucionalizado”.
Retornar a las parteras, que históricamente acompañaron a las mujeres en el embarazo y parto, o permanecer en el sistema sanitario institucional, sean hospitales o clínicas privadas, bajo el comando de un médico obstetra.
Ser protagonista del momento más importante de la vida, propia y del niño, o someterse a los dictados médicos. En esos términos plantean la discusión quienes están a favor de uno u otro método. Una contraposición de ideas en las que los riesgos, beneficios y desventajas tienen un rol destacado.
“Cuanto más fisiológico sea el parto y el nacimiento, mucho mejor. Las mujeres nacemos biológicamente capacitadas para parir, hay que respetar los tiempos que requiere, tanto de la madre como del hijo. Lo que se aleja de lo fisiológico no es aconsejable porque aumenta el riesgo”, afirma
Ana Giménez, partera desde hace 25 que atiende en hogares y hospitales públicos.
“El parto en el domicilio es puro esnobismo”, manifestó
Humberto Velázquez, jefe de obstetricia del Hospital Británico. Y fue más allá:
“No tiene racionalidad. Lo más importante para que el parto sea exitoso es la infraestructura del lugar donde se desarrolla. Y en ese marco, lo fundamental es la distancia que separa a la futura mamá y a su bebé de un quirófano, por cualquier eventualidad. Es importante entender que el parto es un hecho de la naturaleza pero es un acto médico”, advirtió.
Puede ser que en los últimos años se haya reactivado la tendencia a parir en el hogar, pero la idea de un parto humanizado o respetado nació hace más de 40 años, cuando el cirujano de emergencias
Michel Odent recomendó “volver a lo simple” y evitar el uso de analgésicos u otros medicamentos durante el proceso de parto.
Ni peridural para calmar dolores ni oxitocina para acelerar la dilatación del cuello uterino; sí, en cambio, baños de inmersión en agua tibia, que ayuda a relajarse y logra los mismos resultados.
“Muchas mujeres eligen sanatorios privados para asegurarse de que en el parto estará el médico que eligieron, pero llegado el momento el profesional no está y las atiende otro. Y si hay problemas, el quirófano está cerrado”, consideró
Marina Lembo, de la Asociación de parteras independientes. ¿Por qué, entonces, siguen eligiendo esa forma de parir? Para Lembo –de extensa experiencia en hospitales públicos–,
“es una cuestión cultural, la hegemonía médica es fuerte, por no hablar de la que rige en los medios: una mujer muere en Australia pariendo en su casa y la noticia recorre el mundo, en los hospitales mueren muchas y nadie dice nada”.
La tasa de mortalidad materna por cada diez mil nacidos vivos es de 4,4 para 2.010, el último año registrado. En 2.000, era de 3,5; y en 2.009, alcanzó el pico más alto, al situarse en 5,5.
“La Organización Mundial de la Salud dice que no debería haber más de 15 por ciento de cesáreas, pero aquí el porcentaje es al menos cuatro veces más, cuando tienen seis veces más riesgo de muerte materna, según la base de datos del Cochrane. A las mujeres no les llega la información correcta, por ejemplo que es mejor el parto vaginal que la cesárea”, continuó Lembo.
Cochrane es una red que agrupa a médicos, científicos y pacientes, atendiendo la recomendación de la Organización Mundial de la Salud en cuanto a que
“el pueblo tiene el derecho y el deber de participar individual y colectivamente en la planificación e implementación de su atención sanitaria”. Allí se formó una biblioteca pública, de acceso gratuito, con trabajos científicos del mundo.
En cuanto a las cesáreas, los números le dan la razón a Lembo. En 2010, y según la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia, tres nacimientos de cada diez fueron por vía quirúrgica. Y de acuerdo con la Asociación Obstétrica Metropolitana, el porcentaje se ubica entre un 30 y un 70 cuando se analizan el sector público y el privado. Sin embargo, el 85 por ciento de los embarazos son de bajo riesgo y, en consecuencia, evolucionan hacia un parto natural; para que se concretaran haría falta el compromiso de los profesionales de respetar los tiempos de la madre.
Es decir,
parto respetado. Ese camino eligieron, entre otras, Pamela Anderson, Nelly Furtado, Cindy Crawford, Meryl Streep, Julianne Moore y Carla Conte, para tener a sus hijos. Todas tuvieron largas horas de trabajo de parto, entre 13 y 22, pero las pasaron en compañía de su familia y sin sueros ni controles invasivos.
Al contar su experiencia,
Carla Conte se preguntó:
“¿Por qué dicen que el parto es lo más doloroso del mundo? No. El parto duele si te aceleran, si tratan de que dure tres horas cuando debería durar veinte. No debería haber más mujeres a las que les hacen goteo o cesárea, sin darles tiempo”.
Giménez consideró que “no hay algo que esté bien o mal. Es una elección que debe hacer cada mujer. En su casa, la mujer puede estar vestida como quiere, con la gente que quiere y en la posición que quiera, durante la espera y en el parto. Es la protagonista, y esas comodidades alivian la angustia y el dolor. Por otro lado, cuanto menos medicalizada esté la madre, más sano va a nacer el bebé y más fácil le va a resultar adaptarse al medio externo”.
Para Velázquez, se habla mucho de “humanizar la atención de la paciente, no hay diferencia en el trato que el médico le da a la mujer en una casa o en un sanatorio. Yo no hago peridural de prepo y no pongo suero innecesario. En
Holanda, donde es común parir en la casa, hay una ambulancia con monitor fetal y oxígeno en la puerta y la población fue instruida desde el punto de vista sanitario. Acá la realidad es otra”.
Su colega,
Alberto de Luca, jefe del servicio de obstetricia del Hospital Argerich, coincide con esa apreciación: “Debería encontrar una paciente muy motivada y muy sana... y tener un servicio de emergencia que vaya a la velocidad del sonido, algo que obviamente no existe”, para aceptar un parto hogareño. El médico consideró que esa opción “conlleva una morbilidad y mortalidad muchísimo más alta que el parto institucionalizado. Es posible, pero presenta demasiados riesgos. Yo no lo recomendaría. No hay que renunciar tan livianamente a los cuidados que da la ciencia. Muchas dicen: ‘Sólo quiero estar con mi esposo’, pero no entienden que están poniendo en riesgo dos vidas. El primer interés de los médicos es que no les pase nada a sus pacientes”.
Esa también es una preocupación de las parteras, tal como señala Ana Giménez:
“El plan A es el parto en el hogar, pero ante un riesgo se sigue un plan B, que puede ir desde citar a un médico hasta concurrir al sanatorio. El parto humanizado es un derecho que las mujeres tienen que recuperar. El Estado, que tiende a la prevención, debería crear un protocolo y financiarlo”.
Lembo aclara que quienes decidan esperar el nacimiento en el hogar “deben ser mujeres saludables con un embarazo saludable, las mismas condiciones que se evalúan para que una partera asista el nacimiento en un hospital”. Y defiende esa posibilidad “porque no todas las mujeres se sienten a gusto en las instituciones”.
En instituciones privadas, un parto puede costar entre 15 mil y 18 mil pesos, en tanto la presencia de una partera en el hogar tiene una variación de costos entre cuatro y seis mil pesos. En 2.004, se dictó en el país la
ley 25.929, de derechos de padres e hijos durante el nacimiento.
La norma establece que todas las mujeres tienen derecho a “ser consideradas personas sanas”, “decidir lo que necesitan en cada momento”, “elegir la posición para parir” y “ser respetadas en su intimidad”, entre otros muchos puntos. Sin embargo, son pocos los casos en que esto se cumple. El paradigma cultural de la sociedad es la velocidad. Y el parto no escapa a esa idea. Quizás haya que repensar los dichos de Michel Odent, en cuanto a que para cambiar el mundo es preciso cambiar la forma de nacer.
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Por el mundoHolanda: el parto domiciliario es la primera opción cuando no existen riesgos para la madre y el bebé. Es cubierto en su totalidad por el Estado.
Canadá: es gratuito en siete de los principales distritos.
Francia: la madre puede elegir en qué lugar desea tener a su hijo. Si el parto es en la casa, la embarazada paga a la profesional y la obra social le reembolsa el importe.
Noruega: cubierto por la seguridad social en todo el país.
Suecia: la cobertura médica en el hogar alcanza a la región de Estocolmo y sólo contempla los partos entre las semanas 37 a la 42.
Austria: tanto el nacimiento como las visitas médicas al domicilio, los cinco días consecutivos al parto, son cubiertos por el Estado.
Dinamarca: tiene cobertura total.
Reino Unido: el Servicio Nacional de Salud financia hasta el 80 por ciento del costo del parto.