Argentina Conectada, promovido desde el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, es un plan nacional quinquenal de telecomunicaciones. Se puede agregar que es el plan más ambicioso en esa materia de toda la región, en un contexto marcado por las revelaciones de Edward Snowden, que dejan en claro el desequilibrio que existe en las comunicaciones globales, sobre todo en Internet.
Entre los objetivos de Argentina Conectada está la construcción de una Red Federal de Fibra óptica de 60.000 km., a lo largo y ancho de todo el país, en un lapso de 5 años y con una inversión total que será de $ 8.000 millones, una forma de garantizar un acceso más homogéneo al interior del país. Esta pata del plan es fundamental. La fibra óptica es el sistema nervioso de la era digital. Por allí circulan los pulsos de luz que codifican los bits usados por los distintos dispositivos, desde la nueva televisión digital, Internet, telefonía IP, video streaming, telefonía celular y más. En el último año y medio se tendieron los primeros 25.000 km. de fibra óptica previstos por el plan, que ya están listos para comenzar a ser “iluminados”, es decir, para transmitir información. En los 20 años anteriores, todos los privados sumados habían instalado más o menos la misma cantidad y sólo en las áreas rentables, es decir, en los grandes centros urbanos, lo que da una idea de la dimensión del plan.
La red es imprescindible para que la accesibilidad sea un derecho universal y una realidad concreta. Es que la fibra óptica permitirá alcanzar el 98 por ciento de los centros urbanos del país, por más pequeños que sean, mientras que para el restante 2 por ciento, sobre todo en zonas rurales, se está brindando otro tipo de acceso, por ejemplo, satelital. No es poco, pero en la era digital todavía es necesario más. En países como Italia, con una novena parte del territorio argentino, hay 80.000 km. tendidos, aproximadamente la misma cantidad que tendrá nuestro país en tres años más si todo sigue como estaba previsto.
La columna vertebral del sistema une Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y San Luis. Desde ella se abre en abanicos para alcanzar a todas las provincias y municipios. Todos estos cables abrevan en un gigantesco data center de Ar-Sat (Empresa Argentina de Soluciones Satelitales S. A.) construido en Benavídez, provincia de Buenos Aires, desde donde se orquestan todas las patas del proyecto. Esta empresa del Estado, conocida por ser una de las desarrolladoras de los satélites argentinos de telecomunicaciones, es también el corazón técnico de las políticas telecomunicacionales de Argentina.
Los caños dan el acceso pero, ¿para qué y cómo lo queremos?
Una red, muchas capas
Emmanuel Jaffrot es el secretario técnico y académico de Argentina Conectada, además de ingeniero en Electrónica y doctor en Telecomunicaciones de la Escuela Superior de Telecomunicaciones de Francia, país de donde es originario. Es también una de las voces más informadas sobre el plan: “Argentina Conectada es mucho más que poner cables con fibra óptica. Hay una mirada estratégica sobre las comunicaciones y el rol fundamental que tiene para el desarrollo del país”.
Por eso el plan tiene muchas patas. Una de las fundamentales es generar recursos humanos capaces de acompañar un crecimiento en el área de las telecomunicaciones en tiempos digitales. Para eso está trabajando en la creación de la carrera de Ingeniería en telecomunicaciones en varias universidades, como la Unsam, Río Negro, el Instituto Balseiro y otras. Además, se está intentando reconfigurar las carreras de Ingeniería electrónica existentes para que ofrezcan 4 o 5 materias optativas con orientación en nuevas tecnologías telecomunicacionales. También se busca que los nuevos ingenieros, por medio de un convenio con el Ministerio de Educación, tengan conocimientos básicos en aspectos sociales, políticos y jurídicos, es decir, que entiendan que la tecnología no es neutral y que a través de ella también se afecta a la sociedad. “Necesitamos funcionarios capacitados, gente que tome decisiones en la gestión pública, en los municipios, en las provincias, que tengan noción de lo que son las telecomunicaciones. Muchas veces a nivel de funcionario hay un desconocimiento del impacto de las políticas en este sentido”, reconoce Jaffrot.
“La red que estamos instalando tiene 48 pelos de fibra óptica”, continúa. “Con sólo dos de ellos podés poner 80 canales de 100 GB/segundo cada uno.” Para quienes estos números no signifiquen demasiado sirve saber que una computadora hogareña con acceso por ADSL suele recibir (al menos teóricamente, según dice el contrato) unos 3 mega/segundo, es decir, 0,003 GB. ¿Para qué tanta velocidad y caudal de información? ¿Qué se va a transmitir por ahí?
“De todo –responde Jaffrot–. La red de fibra óptica que estamos instalando va a tener muchas capas de uso. En primer lugar va a dar conexión a Internet con buena velocidad y precios más razonables en todo el país. Argentina Conectada no va a ofrecer servicio a individuos, pero les va a dar ancho de banda a distintos proveedores de Internet.” Actualmente, el mismo ancho de banda en Buenos Aires puede costar nueve veces más en Mendoza. Es decir, que una vez alejado de las tres o cuatro principales ciudades del país, el servicio resulta malo y caro por la estructura de la red que se instaló desde la lógica del mercado.
Pero hoy en día no sólo Internet utiliza la fibra óptica para las comunicaciones. Las redes móviles, por ejemplo, las usan para conectar sus antenas con la central. Una buena red, por lo tanto, permitirá mejorar la cobertura en un rubro donde el Estado argentino resulta un jugador importante, porque conservó para sí un 25 por ciento del espectro. Aún no está claro cómo lo gestionará, pero se especula con la posibilidad de que se transforme en un mayorista que permita a pymes o cooperativas ingresar a un mercado que requiere inversiones enormes.
Otra pata no menor del proyecto es controlar directamente las comunicaciones del Estado. Este punto es clave en un contexto internacional en el que el espionaje es cada vez más abierto. “La Argentina tiene mucha información sensible: tenemos YPF, nuestros propios satélites, información agrícola y demás que circula por redes que no controlamos y que les interesa a otros países”, asegura el funcionario, quien reconoce que ha perdido ingenuidad y es consciente de que todo el hardware y software que se usa tiene puertas traseras, y sufre monitoreos permanentes. “Tener cables propios que controlás te permite establecer niveles de seguridad. Podés poner el nivel más bajo para el uso cotidiano de la población, pero aumentarlo a medida que lo hacen las responsabilidades a nivel municipal, provincial, nacional o el mismo Ejecutivo. Tener cables propios, hardware que conozcas o que desarrolles, y software libre, que sepas cómo funciona, te permite mejorar los niveles de seguridad.”
El Estado puede darle múltiples usos al tendido: “El plan es armar una Red Federal de Servicios Gubernamentales con muchas capas: una de educación, una de salud, una de desarrollo social, de tecnología, de lo que se te ocurra. Estamos hablando a nivel municipal, provincial, nacional”. Un ejemplo de usos potenciales es el convenio que firmaron en agosto del año pasado el Incaa (Instituto de Cine y Arte Audiovisual) y Ar-Sat para la digitalización de 150 salas de cine. El convenio incluye la compra de equipos para proyección de 2 y 4K, sonido 7.1 y un software de gestión de salas. Obviamente, el ancho de banda es crucial para transmitir las películas hasta los cines.
Y desde el Ministerio de Planificación, junto con otros organismos del Estado, se están armando distintos programas para brindar servicios y contenidos. Un ejemplo es Bacua, el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentinos: “Es un repositorio con producciones financiadas por el Estado o cedidas a él en forma gratuita. Lo puede usar cualquier canal. La nueva Ley de Servicios Audiovisuales establece una cuota mínima de pantalla argentina del 60 por ciento, y hay canales chicos que no pueden sostener semejante proporción de producción propia. Ellos pueden usar este material”. Este repositorio se vincula a su vez con distintas promociones hechas para producción para la TDA (Televisión Digital Abierta).
A lo previsto y más allá
Estos son unos pocos ejemplos de lo que es posible. “Esta infraestructura va a durar al menos 30 años. Sabemos para qué la queremos ahora, pero una vez que está los usos son imprevisibles.” Emmanuel Jaffrot ilustra con una metáfora: “Pensá que hace 5 años, con un ancho de banda de 512 K uno usaba Internet de una manera, y ahora por ahí tenés 3 mega y aprovechás otras cosas”.
Conectar Igualdad, del Ministerio de Educación y de Anses, es un complemento necesario de Argentina Conectada. Las 3,8 millones de máquinas ya distribuidas entre los estudiantes secundarios de todo el país son fundamentales para el acceso real de los hogares. Conectados a una verdadera red federal, sus usos se mutiplicarán. Todas las herramientas que se proponen desde ese programa apuntan a que los chicos sean productores, no sólo consumidores de servicios.
“Lo clave es instalar que la conectividad es un derecho. Porque entendemos que la comunicación, desde el principio de los tiempos, es una batalla del ser humano. Es importante que cada persona pueda acceder a la misma información. Ese es un factor de desarrollo personal fundamental”, cierra Jaffrot.
Argentina quiere meterse de lleno en el mundo digital, pero tomando todos los resguardos que sea posible. No será fácil porque la brecha tecnológica con los países desarrollados es grande, pero hay herramientas y planes para reducirla. En resumen, el siglo XXII nos encontrará enchufados de manera soberana o dominados.
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