Muchas de las fotos de este blog son de Ramiro Sisco con la comunidad Pilagá, en Las Lomitas, provincia de Formosa, Argentina.

miércoles, 19 de junio de 2013

UNOS POCOS O TODO EL PUEBLO







Para superar los efectos sociales dramáticos provocados por el Crack del ’29, Franklin Delano Roosevelt lanzó el New Deal (el Nuevo Pacto), un programa de reconstrucción nacional que incluyó la creación de decenas de nuevos organismos públicos, un formidable incremento del gasto social y una inédita defensa de la intervención y regulación estatal en la economía, desconocidos hasta entonces por los estadounidenses.

El ambicioso plan, basado en la generación de redes de seguridad social, una nueva mirada sobre la propiedad privada y el fomento expreso del mercado interno para reactivar un país devastado, rompió con el consenso político previo de la sociedad, cuestionó las bases mismas de la religión laica (el individualismo) que la animaba hasta la catástrofe y condenó abiertamente al filantropismo (única idea empresaria para enfrentar la pobreza) como insuficiente para rescatar a los condenados a la miseria y la desocupación.

Roosevelt se convirtió así en el líder de la reconstrucción material y moral de los Estados Unidos. Fue presidente desde 1933 hasta 1945. Obtuvo cuatro reelecciones. Hay una frase, con la que animaba a sus compatriotas todas las noches en interminables alocuciones radiales, que se hizo famosa, "lo único que debemos temer es al temor mismo", y otra que lo pinta de cuerpo entero: "En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada".

Fue amado por su pueblo y odiado por las corporaciones. Su más implacable enemigo, sin embargo, no fue la polio, que lo dejó postrado siendo joven, sino la Corte Suprema de Justicia, que atacó todas y cada una de las reformas basadas en un centenar de leyes que desafiaban el viejo orden legal vigente. Fue la pelea entre el viejo orden y el nuevo. El viejo, había llevado al país al callejón sin salida del desastre y la depresión. El nuevo, el de Roosevelt y el New Deal, puso a los Estados Unidos a liderar el mundo en apenas dos décadas, nos guste más o menos lo que luego hizo Estados Unidos con ese liderazgo.

El fallo de la Corte Suprema de ayer, que sepultó la elección popular de consejeros a la Magistratura, tiene tanto de corporativo como de cortoplacista. Es probable que tenga un efecto búmeran para sus integrantes, que son sin duda gente inteligente pero no por eso infalibles. Puestos a elegir, decidieron la peor salida. El kirchnerismo sale beneficiado porque logró que la Corte se muestre como garante de un viejo orden legal, surgido en lo peor del neoliberalismo que explotó por los aires en 2001, que no da respuestas a la sociedad en este tiempo histórico que le toca vivir, después de una crisis monumental. Los discursos republicanistas, la independencia de poderes cacareada, la idea del contrapoder del Ejecutivo como todo propósito de la judicatura, ponen a los supremos lejos, muy lejos de los problemas y los enfados de la gente común con un sistema de justicia anacrónico; y muy cerca, desgraciadamente, de los poderes fácticos que se expresan con verba redencionista a través de sus propios diarios.

Si había alguna duda, los supremos presididos por el abogado de Rafaela y eterno reelecto hasta el 2030 Ricardo Lorenzetti, ayer la disiparon por completo: los jueces no pueden democratizar la justicia, porque piensan de un modo aristocrático y se perdieron una década de cambios irreversibles en la sociedad argentina. No quieren que el voto popular recorte ninguno de sus privilegios. Pasará a la historia el fallo, pero no por lo que ellos presuponen: pasará a la historia como la respuesta de una corporación desesperada al intento de un gobierno elegido en las urnas de hacerles pagar el impuesto a las ganancias, a que publiquen sus DD JJ en Internet, a que hagan públicos sus fallos, a que admitan que la Argentina cambió y no tolera castas ni familias que se crean por encima del conjunto social.

Una pena: se esperaba de esta Corte, la que impulsó Néstor Kirchner, mucho más que esto. En breve se sabrá si la decisión tomada en tiempo récord, festejada por algunos jueces y abogados que añoran la toga, es el primer paso a un escenario de gravedad institucional con pronóstico reservado o es sólo un traspié. Estos mismos jueces son los que decidirán en horas sobre la constitucionalidad de la Ley de Medios, donde todo el sistema de justicia le ha dado casi 4 años al Grupo Clarín S.A. para que se burle del gobierno democrático y sus leyes con artilugios e interpretaciones que rozan lo ridículo, cuando no lo desfachatado.

¿Cómo solucionó Roosevelt su problema con la Corte? Dijo que iba a ampliar su número y ganó las elecciones en 1936. No hizo falta ninguna reforma extra. De golpe, la mayoría de cinco miembros que votaban contra el New Deal pasaron a votar a favor. Claro, eran jueces que querían interpretar el cambio de época sin espíritu corporativo. Roosevelt tuvo suerte. A Cristina le cuesta un poco más. Como casi siempre sucede con las mujeres. Pero da la impresión de que no la conocen o no terminan de conocerla. Ese es el Talón de Aquiles del fallo cortesano.







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